Cuando llegué a Colombia, en 2008, no sabÃa bien lo que iba buscando. La vieja Europa, con sus revoluciones fracasadas en la panza gorda de los ex-hippies del ’68 representaba, para mi, un viejo museo donde lo que habÃa que escribirse ya se escribió – y hay quien, más pesimista, va más allá y la define “un cementerio”.
Mi paÃs, Italia, se estaba hundiendo rapidamente en el mismo vértigo de vulgaridad en el que se encuentra hoy en dÃa, arrodillada alrededor de un charlatán que no hace nada más que representar los no-valores en los que cree todo un pueblo podrido. Belleza, arte, propuestas y creatividad eran – y son – conceptos tan lejanos como el glorioso pasado que hoy en dÃa pesa sobre nuestras espaldas.
América Latina, con sus utopias a media cuerda, representa, para los europeos soñadores y constantemente insatisfechos de la realidad, la ultima estación antes del alcoholismo. Un pueblo (porque al final es un único pueblo, no obstante las absurdeces diplomáticas de presidentes ineptos) atrevido, alegre, creativo, increiblemente positivo siempre. En constante contraste con ciertas avergonzosas historias de violencias, de barbaridades inútiles, del “podrÃa ser tan facil y rica y bella la vida aquà si no fuera que…”.
Asà que fue casi natural llegar a Mockus. Lo habÃa conocido en una reunión de universitarios en el viejo mundo, cuando una bogotana que pasaba por allà cautivó la atención de todos hablando de un alcalde genial, que habÃa cambiado Bogotá (Bogotá era solo un nombre exótico, hubiera podido significar cualquier cosa) substituyendo los policÃas con mimos. Una historia que se me quedó grabada en la memoria, hasta que fui personalmente a Bogotá a entrevistar este personaje, y comprobar si el realismo mágico de los colombianos no se habÃa salido de sus lÃmites.
No quiero hablar de nuestro encuentro, sino de algo que siguió. Mi tesis de grado sobre Cultura Ciudadana, reveló a estos académicos superficiales italianos la realidad de una Colombia de vanguardia, bien lejos de las historias de sangre falsamente positiva que llena los periódicos de allá. Ni ellos se lo creÃan, y hubo quien llegó a proponer al Rector el nombre de Mockus para una Laurea Honoris Causa.
Lo que sà quiero hacer es pedirle, hoy, a TODOS los colombianos que no defrauden el momento histórico. Que “no la caguen”, como dicen aquÃ. En sus manos, está la posibilidad de hacer algo que puede cambiar radicalmente el nombre de Colombia en el mundo, adelantando un experimento socio-cultural que ni los suecos se sueñan.
Tienen la posibilidad de acabar de una vez con la polÃtica de los Berlusconi y los Chávez y todos estos que representan esa demente actitud de dejarnos gobernar por los más mediocres, o mejor dicho: de dejarnos gobernar. Colombia, un paÃs donde según parece, todo es posible, puede convertirse ahora en el lugar donde los cerebros pensantes determinan la sociedad, a cualquier nivel.
“No la caguen”, amigos colombianos. Mucha gente todavÃa no lo sabe, pero ustedes tienen en las manos una oportunidad única. Únanse como puedan, hablen con la gente, despierten a los taxistas, apaguen las televisiones de sus casas y empiecen a entender y hacer entender a los demás el gran milagro que puede suceder en estas tierras. Convenzan a todos que Colombia necesita un cambio, y empujen – pidiéndolo a gran voz – una gran unión de todos los candidatos que prefieren las pizarras a las armas. Haganle entender que no pueden someter esta oportunidad a inútiles individualismos polÃticos. Al mismo tiempo, hagan entender a quienes, por supuestas motivaciones de conveniencia personal, siguen apoyando las mismas polÃticas de siempre, que el bien de todos es mucho más importante, y nunca estuvo tan posible como ahora.
“Cada pueblo tiene el gobierno que le merece”, dice el dicho. Y entonces pienso en los colombianos que me he tropezado por el camino; gente buena, honrada, generosa, que merece lo mejor. Pienso en este pueblo de 45 millones de artistas, que necesita un lÃder capaz de canalizar esta gran energÃa.
Frente a ustedes, hay un hombre (o dos) que tiene los ojos color transparencia (y todos, todos lo saben muy bien), un Profesor que aceptó guiar esta gran ola de talento, creatividad y esperanza que vive y pulsa en cualquier ciudad y pueblo de este hermoso paÃs: no lo gasten. Los resultados alcanzados en Bogotá y MedellÃn están bajo los ojos de todos, y representan un ensayo de lo que se podrÃa lograr a nivel paÃs.
Y si les queda alguna duda, piensen en la gran oportunidad de trabajar todos juntos para un paÃs educado y culto. Piensen en el cheque de deuda de 35 millones de pesos que un estudiante colombiano recibe el dÃa de su grado, en esta educación que sigue siendo para pocos, y no casualmente. Piensen en el suplicio de las libretas militares, en los hospitales con derecho de admisión y sus paseos de la muerte, en las mentiras continuas de unas FARC y unos Uribe que se necesitan unos a otros para continuar existiendo, y que pueden desaparecer mañana mismo, si de verdad la gente asà quiere. Piensen que, en un mundo donde un rollo de papel higiénico puede viajar sobre los continentes, a ustedes les piden visas para estudiar en otros paÃses, con el aval de sus mismos gobernantes corruptos. Aprovechen de esta ocasión única para demostrar a nuestros gobiernos hipócritas de Europa que “tercer” y “primer” mundo son conceptos completamente obsoletos, y que las vanguardias están aquÃ, y no necesitan “Planes Colombia” para ponerse en marcha.
Amigos colombianos, no crean a quien dice que “el paÃs no está listo para Mockus”. Quisiera saber yo CUAL paÃs estarÃa listo para una propuesta de gobierno verdaderamente democrático y ciudadano, que vea a la polÃtica como un medio y no un fin. Ninguno, y justamente aquà está la oportunidad para Colombia, de ser un ejemplo valioso para el mundo entero.
Tienen una gran responsabilidad, amigos colombianos. Hacia ustedes mismos, hacia su propio futuro, pero también hacia los jóvenes de todo el mundo que necesitan ver como la utopÃa puede llegar a ser realidad.