“Ven y llévate alguna historia de Colombiaâ€, me comenta un amigo que organiza un festival cultural por allà en el centro de Italia. “Pero que sean historias bonitas, algo que transmita esperanza, que es lo que más hace falta por acá, hoy en dÃaâ€.
Me parece bien. Y interesado por la propuesta del amigo, me pongo a revisar el programa de la manifestación. Veo gente creativa, innovadora, colectivos que trabajan para acabar con todas las cadenas que amarran al pasado a nuestras sociedades corruptas y apáticas, conferencias que buscan nuevas soluciones polÃticas. Gente visionaria. Sin duda: el movimiento de orgullo y de innovación dialéctica que supo levantar Antanas Mockus en Colombia será la joya que me llevaré a la manifestación, pensé.
Ahora que pasan los dÃas, me doy cuenta de un problema. El evento es programado por el domingo 20 de junio. Esto significa que muy posiblemente les ilustraré a estos amigos algo que  desconocÃan (el nombre de Colombia suena por aquà solamente cuando se habla de Falsos Positivos o algo por el estilo), ellos se apasionarán, se exaltarán con la inesperada buena noticia (“alguien todavÃa está vivo!â€), se involucrarán moralmente en el asunto, y volverán a casa un poco más felices y definitivamente colombianos. Pero después prenderán la computadora y se darán cuenta de que este Mockus efectivamente acaba de perder las elecciones presidenciales.
Y entonces, pensarán que algo no está bien. Que yo los tomé a todos por el pelo. Porque según lógica, un personaje que habla de propuestas tan transparentes como necesarias, sencillamente no puede perder las elecciones. No existe ninguna excusa. Ninguna maquinaria, ninguna politiquerÃa, ninguna clase de chantaje, en cuanto frente a un momento histórico como este, deberÃa ser obvio que la gente misma con un mÃnimo de cerebro en la cabeza, se tendrÃa que encargar de llevar el mensaje reaccionario a quien no tiene las herramientas necesarias para entenderlo y asimilarlo. Bajar a la calle, gritar que ya fue suficiente la carnicerÃa, hasta que los dormidos o anestesiados despierten.
Esto, en lugar de hablar de paja. Porque la verdad objetiva es que, en estas elecciones, no habrÃa mucho que discutir. Por un lado está Santos, por el otro Mockus. Las diferencias no tienen nada que ver con economÃa y polÃtica, las diferencias tienen que ver con el nivel de desarrollo objetivo de las dos propuestas, con asuntos de legalidad, progresismo, transparencia, virtud, lógica. Las diferencias son dos siglos de evolución humana, más o menos. Las diferencias aparecen en la mirada misma de los dos personajes, en la historia reciente (y no tan reciente) de este maltratado paÃs, en la fuerza animal del palo contra la revolución mental de la zanahoria.
Pero el resultado final es que estos amigos quedaran aturdidos. Lo único posible, pensarán, es que “Mockus no existe. El tipo que nos habló de él se fumó algo verde y nos contó una historia exagerada. O si no, quedará cierto que al pueblo colombiano efectivamente le gusta vivir en su propio rolloâ€, y desde hoy en adelante ya no nos importará un comino a nadie de las tragedias que le toquen en suerte. Esto será su ultimo pensamiento antes de irse a dormir, el domingo 20 de junio. Y mi amigo reclamará conmigo, por haberle llevado otras historias que bonitas no lo son para nada.