Archive for the ‘Colombia’ Category

Leyendo a un viejo perro


14 Mag

“Tetas”, no esta mal para empezar un texto. Tiene fuerza, engancha y… y son tetas.

Entre pielrojas y brasas de tic-tac, sàbanas huérfanas de olor feminino y manchas de vida pegadas a la pared, bajo una brisa mentirosa y artificial, violenta en sus vueltas-segùn-el-sentido-de-las-agujas, imaginaciòn que se vuelve morbosidad y despuès crimen y despuès un cursor intermitente sobre pantalla blanca, orgullos y sonrisas en piensar en aquellos tiempos que, recuerdo de pecados y pecadores santos y paraisos, todo esto y nada de esto en una sensaciòn que fluye como un vortigo, como un recuerdo, como aquel dice que es el dolor todo lo que queda en la memoria.

Quedan las palabras, existen solo las palabras, hasta la musica a veces puede desaparecer, o màs bien cambiar de forma, dejar de ser matematica para volverse alfabeto. Y entonces fluyen, las noches y los delirios, las euforias de leer en alguna parte lo que ni siquiera ya tiene sentido pensar, segùn los pensamientos de estos tipos que van al cine los domingos a las 5. Fluyen los textos y las imagenes, se vuelven vino y emborrachan y son una delicia, hacen la noche tan reales como aquella vez en valparaìso.

El poeta es aquel que no duerme.

…y la movilidad???


21 Apr

Economía. Seguridad. Educación. Muy bien todo, las propuestas de los candidatos en los varios debates presidenciales giran alrededor de estos tres importantes temas, aunque tocará esperar hasta después de las elecciones para ver hasta dónde se cumplen sus promesas. Sin embargo, hay otros problemas para solucionar en esta Colombia “después de Uribe”, cuestiones para nada secundarias – no tendrían por qué serlo – en la lucha hacia una dignidad nacional.

La movilidad es uno de estos. En un mundo donde hasta un rollo de papel higiénico puede transitar tranquilo sobre los cinco continentes, un estudiante colombiano sigue siendo considerado a la altura de un peligroso criminal en las embajadas de Bogotá, y se le pide visas y papeles imposibles de sacar también cuando existe una carta de invitación por parte de una universidad extranjera. Hablo de movilidad estudiantil porque por allí pasa la dimensión práctica del conocimiento, en este mundo cada día más interconectado a nivel global. Y en esta óptica, no es tan importante que una familia colombiana pueda ir a sacar fotos a las palomas de Venecia (aunque es, debería ser, un derecho fundamental poder hacerlo), como la posibilidad, para sus jóvenes estudiantes, de confrontarse con sus colegas de todo el mundo, aprendiendo nuevos idiomas y planeando una visión internacional de la Colombia que vendrá.

Por esto, sería interesante preguntarle a los varios candidatos, sobre todo a los que enfocan sus propuestas sobre una (necesaria) (r)evolución educativa, qué tienen planeado para la movilidad de los estudiantes colombianos. La diplomacia internacional se juega desde los cuartos de poder de los Ministerios, y Colombia tiene la facultad, el derecho y el deber de exigir un trato más elástico para su excelencia académica. Es evidente que el gobierno actual no hizo nada, en este sentido, para proteger la dignidad internacional de sus ciudadanos, y difícilmente algo cambiará, si se decide seguir por la línea de las carabinas. Además, hay que reconocer que seguir escuchando el nombre de Colombia relacionado a problemas de narcotráfico, de paramilitarismo, de falsos positivos no ayuda para nada a las democracias extranjeras a reconsiderar sus limitaciones fronterizas a los pasaportes colombianos.

Hace veinte años, Europa decidió impulsar masivamente el programa de movilidad estudiantil Erasmus, para crear un pueblo único desde una perspectiva a largo plazo, planteando la Unión del futuro sobre sus jóvenes, y hoy en día recoge los frutos de su proyecto visionario. Colombia tiene el deber de mejorar todas sus relaciones, y no solamente con Estados Unidos y Europa, sino también con todos los demás países latinoamericanos, empezando por los vecinos naturales, Ecuador y Venezuela. Y sería bueno – y lógico – hacerlo a través de los ateneos, impulsando el contacto entre sus jóvenes. También de esto se trata, cuando se habla de educación.

El 30 de mayo, los ciudadanos estarán frente a una decisión fundamental para su futuro a mediano-largo plazo. Tendrán la posibilidad de abrir con un empujón ejemplar la puerta hacia el  siglo XXI, o podrán decidir quedarse definitivamente entre fusiles y machetes, en el siglo XIX.

Hipocresìas de allà


15 Apr

“Dejo todo a la mierda y voy a vivir al Caribe”.

Facil.

Siempre lo dicen, en las pausas cafés de las 10 de la manana, los empleados de las grises oficinas de allà.

No consideran el aire del mar que quema computadores y televisiones. La arena constante, en el pavimiento. El azucar cerrado en la nevera, las hormigas que salen de quien sabe donde. Salsa a las siete y cuarenta y cinco del sabado por la manana en la ventana sin vidrios de los vecinos. Mosquitos armados de dengue. Luz electrica precaria, que sufre cada vez que la nevera se prende. El agua en bolsas de cinco litros. Un ejercito de evangelicos, peligrosos como los mosquitos dengueros, pegadas a las puertas del Inconvertible. La jodida dificultad de dejar de verdad el asì llamado “todo”, y buscar el Caribe.

Aquel paìs


13 Apr

Una de las primeras novelas que leì en espanol era un librito de Antonio Ungar. Se llamaba “Zanahorias Voladoras”, y para mi no signifaba nada màs que entrar a ojear que hay de bueno en la literatura de un país bastante novelesco, asì cargado de cualquier clase de intensidad, como es Colombia. Màs allà de la Obra Maestra De La Patria Literatura, no cabe recordarlo.

Lo que acuerdo de este libro, el relato novelado de un inmigrante colombiano en Barcelona, es el concepto de Aquel Paìs. Asì llamaba a su tierra el joven treintañero bogotano que vivìa sobre su piel – o alma, o hígado – la maldición endémica de haber nacido en un lugar donde primordialmente “todo iba mal”.

A través de los meses, a través de los kilómetros, a través de Colombia, he conocido los ojos y las intimidades de estos jóvenes como el autor y como yo, estos amigos colombianos que me hacen preguntar “porquè les tiene que tocar tan dura”. Y he percibido, en estas interminables charlas musicalizadas por los distintos acentos de sus regiones, la presencia constante del “si solo pudiéramos”, escondido entre las palabras. Si solo pudiéramos hacer lo que sentimos que  hay que  hacer.  Si solo pudiéramos creer que vale la pena. Si solo pudiéramos fracasar. Si solo pudiéramos salir, llenar nuestro balde de agua y regresar en estos atardeceres tropicales, si pudiéramos trabajar para nuestra gente entre nuestra gente, si pudiéramos dejar de rescatarnos dos años de juventud engordando de corrupción a los militares, si pudiéramos quitarnos de las espaldas esta terrible palabra, “militar”. Colombianos ingenieros, músicos, periodistas, sonadores, directores de orquestas, profesores, estudiantes, jóvenes, jóvenes cincuentañeros en el desierto de la Tatacoa recorriendo el país con sus hijos adolescentes, “nosotros no podemos movernos y entonces conozcamos por lo menos a este país, porque sí hay que aprender a aprender”.

Ahora que mis días tropicales se agotan, me asombra positivamente percibir como la suma de todos estos “si pudiéramos” se están rápidamente convirtiendo en una masa de “sì podemos”, en  la calle como en las opiniones de la democracia 2.0, internet.

He conocido a amigos colombianos que visualizan claramente el  panorama frente  a sus ojos, tienen bien fija frente a sus ojos la “Y” que inevitablemente lleva por dos caminos geométricamente opuestos. Futuro, condena. Entusiasmo, fuga.

Una magnífica resurrección de esperanza colectiva, el milagro que parecía imposible, tan teorizado en las clases inútiles de las universidad, la evolución. Palabra complicada, siempre tan lejana en estas tierras. Léete Donde está la franja amarilla de William Ospina, si no me crees.

Pero también las cicatrices del alma son herencias endémica entre los amigos colombianos de mi generación, tienen en su genética la historia del 1948, la de Galán y la del último héroe nacional, la más despreciable de todas, porque no sé mata al arte. Tienen bien clara la ley de Macondo, el “aquí nada cambia” como una lección a la cual todo el mundo ya tuvo que rendirse.

Para ellos, una derrota de la Esperanza significaría la confirmación de lo que han aprendido sobre su piel, que esto es un país jodido y que la única posibilidad es la fuga, que ya no tiene arreglo y nunca lo tendrá. Significaría rendirse a la impresión de haber nacido del lado equivocado de la vaina, y continuar a hablar de Aquel País sin saber explicar realmente de que se trata, a la gente que no puede entender. Y confiesan amargos, mis amigos colombianos, como esta sea la apuesta que ellos –su futuro– le están poniendo en la cara a Colombia,  una última definitiva oportunidad a sus padres y a lo que no lograron arreglar, un ultimátum. La guerra y el tercermundismo de un lado y la educación y oportunidades para todos, del otro. Saben, han decidido que si no se escoge el camino de la lógica y del progreso cultural, no tendrá sentido dedicarse al servicio de lo que no se quiere lograr, sea como sea. Aunque toque la humillación de buscar los papeles de salida en un matrimonio ficticio, en un mundo donde hasta el papel higiénico vuela libre sobre los continentes. Y lo harían para dar un sentido a sus años (y su plata) de inversión universitaria, sin agigantar las listas de abogados taxistas. Siempre hay alguien interesado al talento, allá al norte. Cuando se trata de absorber valiosos profesionales huyentes, no importa el color de la piel.

Por esto, se tiene la sensación de vivir en un momento histórico, si se observa la Colombia de hoy desde una mirada independiente, ajena de cualquier lazo que no sea un profundo cariño hacia este país que de verdad es pasión. La Colombia de hoy está de frente a un millón de puertas que pueden finalmente abrirse frente a sus hijos, o cerrarse por siempre sobre el lugar “donde algún día nacimos, en Aquel País”.

Carta a los amigos colombianos


31 Mar

evolucionCuando llegué a Colombia, en  2008, no sabía bien lo que iba buscando. La vieja Europa, con sus revoluciones fracasadas en la panza gorda de los ex-hippies del ’68 representaba, para mi, un viejo museo donde lo que había que escribirse ya se escribió – y hay quien, más pesimista, va más allá y la define “un cementerio”.

Mi país, Italia, se estaba hundiendo rapidamente en el mismo vértigo de vulgaridad en el que se encuentra hoy en día, arrodillada alrededor de un charlatán que no hace nada más que representar los no-valores en los que cree todo un pueblo podrido. Belleza, arte, propuestas y creatividad eran – y son – conceptos tan lejanos como el glorioso pasado que hoy en día pesa sobre nuestras espaldas.

América Latina, con sus utopias a media cuerda, representa, para los europeos soñadores y constantemente insatisfechos de la realidad, la ultima estación antes del alcoholismo. Un pueblo (porque al final es un único pueblo, no obstante las absurdeces diplomáticas de presidentes ineptos) atrevido, alegre, creativo, increiblemente positivo siempre. En constante contraste con ciertas avergonzosas historias de violencias, de barbaridades inútiles, del “podría ser tan facil y rica y bella la vida aquí si no fuera que…”.

Así que fue casi natural llegar a Mockus. Lo había conocido en una reunión de universitarios en el viejo mundo, cuando una bogotana que pasaba por allí cautivó la atención de todos hablando de un alcalde genial, que había cambiado Bogotá (Bogotá era solo un nombre exótico, hubiera podido significar cualquier cosa) substituyendo los policías con mimos. Una historia que se me quedó grabada en la memoria, hasta que fui personalmente a Bogotá a entrevistar este personaje, y comprobar si el realismo mágico de los colombianos no se había salido de sus límites.

No quiero hablar de nuestro encuentro, sino de algo que siguió. Mi tesis de grado sobre Cultura Ciudadana, reveló a estos académicos superficiales italianos la realidad de una Colombia de vanguardia, bien lejos de las historias de sangre falsamente positiva que llena los periódicos de allá. Ni ellos se lo creían, y hubo quien llegó a proponer al Rector el nombre de Mockus para una Laurea Honoris Causa.

Lo que sí quiero hacer es pedirle, hoy, a TODOS los colombianos que no defrauden el momento histórico. Que “no la caguen”, como dicen aquí. En sus manos, está la posibilidad de hacer algo que puede cambiar radicalmente el nombre de Colombia en el mundo, adelantando un experimento socio-cultural que ni los suecos se sueñan.

Tienen la posibilidad de acabar de una vez con la política de los Berlusconi y los Chávez y todos estos que representan esa demente actitud de dejarnos gobernar por los más mediocres, o mejor dicho: de dejarnos gobernar. Colombia, un país donde según parece, todo es posible, puede convertirse ahora en el lugar donde los cerebros pensantes determinan la sociedad, a cualquier nivel.

“No la caguen”, amigos colombianos. Mucha gente todavía no lo sabe, pero ustedes tienen en las manos una oportunidad única. Únanse como puedan, hablen con la gente, despierten a los taxistas, apaguen las televisiones de sus casas y empiecen a entender y hacer entender a los demás el gran milagro que puede suceder en estas tierras. Convenzan a todos que Colombia necesita un cambio, y empujen – pidiéndolo a gran voz – una gran unión de todos los candidatos que prefieren las pizarras a las armas. Haganle entender que no pueden someter esta oportunidad a inútiles individualismos políticos. Al mismo tiempo, hagan entender a quienes, por supuestas motivaciones de conveniencia personal, siguen apoyando las mismas políticas de siempre, que el bien de todos es mucho más importante, y nunca estuvo tan posible como ahora.

“Cada pueblo tiene el gobierno que le merece”, dice el dicho. Y entonces pienso en los colombianos que me he tropezado por el camino; gente buena, honrada, generosa, que merece lo mejor. Pienso en este pueblo de 45 millones de artistas, que necesita un líder capaz de canalizar esta gran energía.

Frente a ustedes, hay un hombre (o dos) que tiene los ojos color transparencia (y todos, todos lo saben muy bien), un Profesor que aceptó guiar esta gran ola de talento, creatividad y esperanza que vive y pulsa en cualquier ciudad y pueblo de este hermoso país: no lo gasten. Los resultados alcanzados en Bogotá y Medellín están bajo los ojos de todos, y representan un ensayo de lo que se podría lograr a nivel país.

Y si les queda alguna duda, piensen en la gran oportunidad de trabajar todos juntos para un país educado y culto. Piensen en el cheque de deuda de 35 millones de pesos que un estudiante colombiano recibe el día de su grado, en esta educación que sigue siendo para pocos, y no casualmente. Piensen en el suplicio de las libretas militares, en los hospitales con derecho de admisión y sus paseos de la muerte, en las mentiras continuas de unas FARC y unos Uribe que se necesitan unos a otros para continuar existiendo, y que pueden desaparecer mañana mismo, si de verdad la gente así quiere. Piensen que, en un mundo donde un rollo de papel higiénico puede viajar sobre los continentes, a ustedes les piden visas para estudiar en otros países, con el aval de sus mismos gobernantes corruptos. Aprovechen de esta ocasión única para demostrar a nuestros gobiernos hipócritas de Europa que “tercer” y “primer” mundo son conceptos completamente obsoletos, y que las vanguardias están aquí, y no necesitan “Planes Colombia” para ponerse en marcha.

Amigos colombianos, no crean a quien dice que “el país no está listo para Mockus”. Quisiera saber yo CUAL país estaría listo para una propuesta de gobierno verdaderamente democrático y ciudadano, que vea a la política como un medio y no un fin. Ninguno, y justamente aquí está la oportunidad para Colombia, de ser un ejemplo valioso para el mundo entero.

Tienen una gran responsabilidad, amigos colombianos. Hacia ustedes mismos, hacia su propio futuro, pero también hacia los jóvenes de todo el mundo que necesitan ver como la utopía puede llegar a ser realidad.

Esta es una fotografìa


17 Mar

Harold, pelo negro y ojos nobles, accento paisa. Vive en la calle, sus ojos son los ojos de quien tiene ganas de cerrarlos solamente un rato, y esconderse de las luces de la ciudad. Imposible. Lo logra a travès de sus dibujos, escondiendo con la mano la parte fea de las cosas, asì como cuando uno hacerca un dedo a cinco centimetros de la pupila, la parte podrida se queda escondida y se vee solamente una linea de mundo. Tiene la piel clara pero tambièn escura, depende de como lo miras, y se sabe que el como te miran es importante en una tierra en donde es mejor echarse el bloqueador para no llegar a ser demasiado negros. Harold es negro porque la calle. Porque duerme sobre un cartòn en la 72 con 46, allì donde antes habìa un parque y ahora estan construyendo una parada del TransMetro. Sin embargo soy una buena persona, pero tu sabes como andan lals cosasa, yo de toda manera no soy de aquì, pero es un placer conocerte, tu sabes, frente al Carrefour usualmente la gente te mira con ojos feos, y el absurdo es que yo quiero solamente vender mi arte, sabes, yo la llamo arte porque es una cosa que hago yo, que la hago yo y la hago asì y no me sé ni el porque, tal vez porque me gusta asì. Pero te miran feo, no sé como serà en tu paìs pero aquì la gente es racista, es clasista, es que todos quieren ser iguales pero en un sentido negativo, sabes este es un paìs que tiene mucho problemas pero es lindo, se vive bien, la gente anda feliz y yo tambièn.

Despuès nos fuimos al cine. Habìa una pelicula rara, no se entendìa bien si nosotros mirabamos los actores a travès de la pantalla, o viceversa

Poi siamo andati al cinema. C’era un film strano, non si capiva se eravamo noi a guardare gli attori attraverso lo schermo, o viceversa.

Colombia – Italia 1-0


28 Feb

Grandes analogias unen Colombia y Italia: la profunda conexion entre mafia y poder, un presidente con la carga de turbias culpas, el aislamiento de la comunidad regional alrededor, el profundo aturdimiento de la opiniòn pùblica, anestesiada por medios de comunicacion arrodillados al poder.

Sin embargo, ayer, eri,26 de febrero de 2009, la Justicia marcò un punto de gira en la democracia colombiana: la Corte Costituzional, con su 7 contrarios frente a favorables, sellò definitivamente su rotundo NO al sueño de reeleciòn del presidente Uribe, quien llegò al final de sus dìas en Casa Nariño.

Pura fantaciencia en el tercer mundo italiano, donde los jueces siguen siendo definidos “talibanos” por un payaso del cual medio mundo se burla. La Justicia es entonces el termometro que define la salud de un pueblo que definitivamente perdiò su esperancia y otro que, desde hoy, huele el dulce sabor del cambio.

El inmediato futuro, en Colombia, pinta bien interesante. Un profundo equilibrio reina entre los 5 candidatos presidenciales, con un interessantisimo Fajardo (candidato independiente, académico) che propone una politica alternativa a las viejas y falsas divisiones entre liberales y conservatores, ademàs de la visiòn futuristica del Mockus.

Primer y tercer mundo ya no son los de antes.

David, de Miguel Angel (Rojas)


26 Gen

David

De que se trata? Sencillo.

Colombia es uno de los paìses con el màs alto numero de minas quiebrapatas en su rico territorio.

El sujeto en la fotografìa, que trabaja como soldado y por casualidad se llama David, es una entre las miles de victimas del conflicto civil nacional.

Un fotografo, que también por casualidad se llama Miguel Angel (Rojas) y trabaja como artista, pensò en captar las coincidencias, y crear su versiòn fotografica de una obra de arte “a la colombiana”.

La foto, que fué comprada por un eufòrco Elthon John, viaja hoy de vuelta por los museos de todo el mundo.

Viajando por Colombia


09 Gen

Este gran jardin lleno de frutas y de colores y de caballos y de cafè y de mangos y maracuja, este gran jardin cercado por kilometros y kilometros de alambre metàlico, este gran jardin que sube y que baja se moja y se seca se calienta se enfrìa se llena de flores, este gran jardìn de flores coloridos como las pieles de su gente, este gran jardin de montañas y desiertos, cuevas y sol,  rìos y mares y rìos como mares, que parece mojarse en la humedad de su tròpico para despuès secarse a la brisa de la noche, este gran jardìn rojo y azul porquè el amarillo de su bandera se lo llevaron todo con barcos y ferrocarriles, este gran jardin donde el arte està en el aire y los viejitos te hablan en el bus, este gran jardin tan igual y tan distinto, tan rico y tan pobre, paraiso de la naturaleza y infierno del hombre, tendrà algun dìa un pueblo que sepa sentarse sobre su hierba, y gozar de èl?

Diary of a Baltic Man

Real Eyes. Real Lies. Realize.


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